En la teoría de la evolución de las especies de Charles Darwin –publicada en el año 1859 en el libro ‘El origen de las especies’– hay tres elementos que son condición necesaria para que se produzca la evolución: variación, selección y herencia. De acuerdo a esto, si se dan estas condiciones, se produce un fenómeno de ‘diseño a partir del caos’, de ‘fenómeno emergente’ que puede ser considerado como evolución. Darwin –que escribió esta teoría observando la vida de diversos organismos, viajando por una gran variedad de lugares de nuestro planeta– por supuesto que no tenía el conocimiento que tenemos hoy en día sobre genética. Sin embargo, algunas de sus ideas pueden ser aplicadas en otros contextos, sobre todo la noción de que ‘cualquier información que varía y es seleccionada producirá un diseño’, que es el principio universal del Darwinismo.
Este concepto es el que retoma Richard Dawkins en su libro ‘El gen egoista’ del año 1976 (The selfish gene). En el mismo, Dawkins explica que la información genética –denominada ‘replicador’– hace lo imposible por copiarse, por perdurar. Y hace esto sin importarle nada más allá, por eso Dawkins lo llama justamente ‘el gen egoista’, porque piensa solamente en su propia supervivencia sin importarle otra cosa. Dawkins en su libro fue un poco más allá en su idea, tratando de analizar en qué otras situaciones se producían fenómenos de replicación, llegando a la conclusión de que otro contexto en el que se producía algo similar era ‘la sopa de la cultura humana’. Y cuando se propuso definir un nuevo nombre para el replicador, algo que indique la idea de una unidad de transmisión cultural –o unidad de imitación– utilizó la palabra griega ‘mimeme’ (la raiz griega de la palabra mimesis) y –parafraseando el término ‘gene’ (gen en inglés)– la acortó, utilizando solamente ‘meme’ (pronunciándolo de manera que rime con ‘cream’).
Ejemplos de ideas meméticas abundan en nuestra cultura. Por lo general son aquellas cosas que son copiadas, ya sin referencia alguna al contexto en que se originaron. Son simplemente pequeños fragmentos de información que se copian en un proceso contínuo de mimesis. Dawkins cita como ejemplos algunas melodías, las frases pegajosas, las modas de vestimenta, ciertas maneras de construir o de fabricar objetos artesanalmente, entre otras.
Más recientemente, la investigadora norteamericana Susan Blackmore retoma estas ideas, llevándolas un paso más allá. Blackmore dice que hoy en día tenemos un nuevo tipo de memes: los memes tecnológicos, que ella denomina ‘temes’. La tecnología está llegando cada vez más a una situación de variación, selección y copiado, incluso más allá de la mano del hombre, lo que está empezando a producir fenómenos emergentes en el ámbito de la tecnología (tal vez si combinamos esto con la visión de Kevin Kelly, que dice que en poco tiempo la red de computadoras superará la capacidad del cerebro humano [ver ‘Kevin Kelly on the 5,000 days of the web’], entramos en terrenos mucho más angustiantes para nosotros como seres humanos).
Todo esto –que volvió a aparecer en mi escritorio a raiz del seminario ‘Cinco enfoques sobre la forma de los objetos’, dictado por el Arq. Guillermo Bengoa en el contexto de la Maestría en Diseño Comunicacional – diCom–, está explicado con lujo de detalles, en la charla que Susan Blackmore dio en TED en Febrero de 2008 (en inglés con subtítulos en castellano).